Ya estamos en verano, las temperaturas cada vez son más altas y las lluvias cada vez son más escasas. También se van reduciendo las tormentas típicas del principio de la estación, las brumas y los frentes atlánticos en la cornisa cantábrica. Con este escenario, sólo nos queda seguir el rastro de esas escasas lluvias y buscar aquellos sitios, en las caras norte, donde la humedad se resiste a abandonar los bosques.

Prácticamente, las setas que podemos recolectar, se reducen a los bosques de frondosas como hayedos, robledales y castañares. También, si las tormentas acompañan, en los abetales del pirineo, pueden verse las típicas setas de esta época.

Podemos encontrar especies como Amanita rubescens (Amanita vinosa o Galanperna Galdakanesa), que ya aparecen desde mayo y junio.

El grupo más representativo en esta época es, sin duda, el de las Russulas, frecuentes en hayedos y robledales. Las más típicas son:  Russula vesca, R. cyanoxantha (Carbonera, Urretxa), R. virescens (Seta de cura, Gibelurdiña), R. romellii, R. melliolens… todas ellas buenos comestibles.

 

 

En esta época, otro grupo representativo son los Boletus, los de carne blanca, como Boletus reticulatus, B. aereus y B. pinophilus.  Otra especie típica y frecuente es B. erythropus, con sus poros rojos y carne fuertemente azuleante, pero que es un buen comestible. Estas especies son comunes, tanto en hayedos como en robledales, con preferencia por los suelos ácidos.

Si las lluvias en esta época son generosas, brotarán de forma abundante los Cantharellus o rebozuelos (Cantharellus cibarius y C. pallens) e incluso alguna Lengua de vaca (Hydnum repandum).

 

No podemos olvidarnos de la Amanita caesarea (Oronja). Nos puede sorprender con sus espectaculares colores en robledales y castañares.

Por último, no debemos despistarnos y descuidar aquellas especies con las que hay que tener precaución, como Amanita virosa o Amanita phalloides e incluso Entoloma lividum (Seta Engañosa, Maltzur).

En resumen, en el verano, las setas prácticamente desaparecen en la península, salvo en los sistemas montañosos, donde se prodigan las tormentas, o en la zona norte, donde el clima atlántico favorece las brumas y las lluvias. En otras palabras, no se produce un total parón estival, en lo que a precipitaciones se refiere, posibilitando una humedad razonable que permite que algunas setas fructifiquen.